jueves, 19 de septiembre de 2013

Reykjavik , pistoletazo de salida


Situada al suroeste de la isla se encuentra Reykjavik, la capital de Islandia.
Su nombre significa en islandés "bahía humeante" y se trata de la ciudad más poblada, con 120.000 habitantes aproximadamente, así que si os digo que el total de la isla no supera los 320.000 habitantes ya podéis imaginaros como pueden ser el resto de poblaciones...

¿Qué podemos hacer en Reykjavik?
Pues no os voy a decir que una de las cosas que podéis hacer es tomaros a relaxing cup of cafe con leche, porque hay bastantes cosas más interesantes que hacer, pero empecemos por el principio....

8-9 de Agosto de 2013

Un día muy largo de preparativos y nervios que se alargaba hasta altas horas de la madrugada...
Nuestro vuelo llegaba al aeropuerto internacional de Reykjavik , situado en la ciudad de Keflavik, a las 4.30 a.m.!!! Sí, unas horas indecentes, pero esto es lo que ofertan las compañías de bajo coste en sus "chollos", y encima nos vimos doblemente afectados al comunicarnos unos días antes que nuestro vuelo había cambiado su hora prevista de salida, retrasándolo 1h.30, con lo que apenas se aprovechaba la noche de cama que habíamos reservado... Pero ¿que íbamos hacer? Uno se va a la Tierra de los Hielos, y no sabe si hará frío, si lloverá, si habrá algo abierto y encima cargados con mochilas... En fin, ya habría días para "mal dormir", con lo que quedaba por delante... Mejor descansar lo que se pudiera y así poder disfrutar de nuestro único día en Reykjavik, que ya vendría luego nuestro periplo por Islandia.



A pesar de las horas intempestivas a las que llegamos, no hay ningún problema con el tema del transporte para ir hasta Reykjavik, pues hay un servicio de autobuses, el Flybus, que salen 35-40 minutos después de que llegue cada vuelo. Los tickets se pueden comprar en la misma ventanilla que tienen en el aeropuerto, por unos 12'5 euros, aunque también tienes la posibilidad de que te dejen en la misma puerta de tu alojamiento por un pequeño incremento de 3 euros, el cual pagamos, pues nosotros estábamos en pleno centro, en la calle principal, pero la estación está un poquito más alejada y como que 15-20 minutos andando a esas horas con mochila al hombro, no era lo que más nos apetecía.

Lo que más nos sorprendió nada más llegar fue que la noche estaba ya bastante cerrada, lo que nos indicaba que en estas fechas de agosto, los islandeses comienzan a tener alguna hora de casi plena oscuridad, aunque para la hora de nuestra hora llegada al "guesthouse", sobre las 5.30 a.m, el día gris de Reykjavik ya se dejaba ver y enseguida divisamos la famosa iglesia Hallgrimskirka.

El flybus nos dejaba en la calle principal de Reykjavik, en Laugavegur, y escondida tras un pequeño callejón que daba a esta calle se encontraba "Grettir Guesthouse", una típica casa islandesa, con techos y paredes de alumnio, pero por dentro acogedora. Nos tocó levantar a Anton, el casero que vivía en el "sótano" de la casa, y el pobre con los ojos rojos e hinchados como melones del sueño, logró en menos de medio minuto entregarnos las llaves, dirigirnos a nuestra habitación y darnos las buenas noches, aunque ya casi que eran buenos días...

Unas horas reparadoras de sueño fueron suficientes para empezar el día. Sería la emoción del nuevo sitio, quizás el cambio de hora (en Islandia dos horas menos que en España), pero a las 10 ya estábamos en marcha, mientras que Antón necesitaba aún unos cuantas horas más para empezar el día...
Quien sabe a lo mejor se había sumado la noche anterior al famoso "runtur" de Reykjavik, que es la gran fiesta que se montan los islandeses en esta capital, yendo de ronda de bar en bar con los amigos. 

Antes de ir a Islandia había leído que las ciudades o poblaciones no tenían especial interés, que el mayor valor de este país eran sus paisajes, y puede ser que en  esto no se equivocaran, pero algunos viajeros no le dedicaban ni medio día a la capital, y quizás leer esto me hizo no esperar mucho, o nada de esta ciudad.
Sin embargo,  precisamente por estas opiniones me sorprendió bastante, y de alguna manera si dedicas tiempo a pasear por  Reykjavik puedes intuir un poco el espíritu de estos islandeses.
Uno o dos días pueden ser suficientes para ver la capital islandesa, depende de cuánto uno quiera ver y profundizar.
En esta entrada os mostraremos algunas de las cosas que ver y hacer en Reykjavik, y por supuesto, una visita imprescindible y que no ha de faltar es al Blue Lagoon.

El día estaba a medio organizar, en el mapa teníamos pequeñas señales en algunos de los puntos más destacados de la ciudad, pero teniendo en cuenta el preconcepto con el que llegamos a la ciudad, no le dimos especial importancia a lo que nos daría tiempo a ver. Nuestro fuerte del día sería el Blue lagoon, al que iríamos en el autobús de las 12.30 y lo demás ya se vería.
¿Y nuestros compañeros de viaje? No, no nos hemos olvidado! Ellos se alojaban en Reykjavik Backpackers , puerta con puerta donde nos encontrábamos nosotros, pero no teníamos claro si el día sería por libre o juntos. Les comentamos nuestros planes del Blue lagoon por si se animaban y parecían que si, pero sin mucho más que concretar, ya nos veríamos allí y sino a última hora para concretar la marcha del día siguiente. 

Teníamos un par de horitas antes de nuestro día a remojo en la Laguna Azul, así que sin "alejarse" demasiado, aunque esto es un poco irónico porque todo está relativamente muy cerca, nos acercamos hasta la iglesia Hallgrimskirka, que se encontraba a poco metros por detrás de donde nos alojábamos.
Esta iglesia se ha convertido en un icono de esta ciudad y fácilmente se divisa desde todos los puntos de la ciudad. Llama la atención por lo extravagante que es, parece un inmenso cohete de hormigón hecho con piezas de lego.



Por dentro es de lo más austera y fría,con sus paredes lisas y grises de hormigón,lo único que destaca es el impresionante órgano que contiene en su interior.


Si se accede al ascensor para subir a la torre de la iglesia, se obtiene una bonita panorámica de la ciudad.


En este momento es cuando te das cuenta que estos islandeses intentan dar siempre un tono de color a esta ciudad gris, en las que es difícil ver el sol. Y así en este tono apagado destacan pequeñas y bajas casas de aluminio con tejados y fachadas de colores.
Sin embargo otras construcciones como la iglesia Hallgrimskirka de hormigón gris parece que se funde en el cielo plomizo de Reykjavik, como si formara parte de él.


Frente a ella se encuentra la estatua del vikingo Leifur Eiríksson, el primer europeo que llegó a América.

Merece la pena subir a la torre, aunque la entrada es un poco cara en mi opinión, 5 euros, y más cuando no se sabe si hemos hecho el primo... Antes de subir en el ascensor hay un cartel que advierte que hay que sacar los tickets, y en una mesa auxiliar a la entrada de la iglesia se despachan las entradas. Hacemos cola para subir al ascensor, pero para nuestra sorpresa no había nadie ni arriba ni en el ascensor que nos pidiera entradas...vamos que hemos dado ejemplo de lo que es un buen ciudadano español, para que luego se diga :-P
A continuación nos dimos un paseo por la concurrida y colorida calle comercial de Laugavegur, llena de boutiques con una moda vanguardista y algunas veces un cierto excéntrica, que recuerda a la cantante Björk, que precisamente vio nacer esta ciudad.
De nuevo podéis ver en estas fotos como intentan siempre, de alguna manera, impregnar con colores vivos y alegres sus calles, aunque diría que es en todo incluso su ropas, solo tenías que fijarte en los escaparates o como intentan el negro combinarlo con fuerte colores.






Y por fin se acercaba uno de los fuertes del día, el Blue Lagoon.
El primer sitio sobre Islandia que vi en fotos hace varios años fue precisamente este, y me quedé impresionada. Tenía claro que si algún día tenía la oportunidad de hacer este viaje, esta sería una visita imprescindible.
El Blue Lagoon es uno de los muchos sitios de aguas termales de la isla, pero digámoslo así, es el más grande y preparado para el turista, donde cuidan todo con gran detalle.
Un enorme balneario geotermal, que se alimenta de la producción de agua de la planta geotérmica de Svartsengi. Esta pues sería nuestra "turistada" del viaje.


Al principio no teníamos claro si hacerla el primer día o el último antes de irnos, si sería mejor dejarlo a la suerte del tiempo, pero pensar así es un error, pues el tiempo es difícil de preveer, y si el primer día salía malo, el último podía estar peor... Si algo me ha quedado muy claro en este viaje es que no dejes que el tiempo ni la lluvia condicione lo que vas hacer y menos aún para ir a disfrutar de un buen baño de agua caliente, pues quizás será el mejor sitio donde podrás estar. Por otro lado, seguro que las fuerzas al final ya flaquearían, y esto supondría madrugón para ir a primera hora, además de tener que ir cargados con el equipaje, aunque muchos escogen esta opción como despedida, y dejan todo en las consignas que hay a la entrada.
Finalmente justo el día anterior a partir, reservamos el bus para ir. El precio es el mismo si lo coges en la estación o donde estas alojado, solo que en este caso es mejor reservarlo con antelación. Nosotros decidimos hacerlo de esta manera por el tema de la comodidad , y de que no teníamos claro si se nos pegarían las sábanas el primer día.
Hay tres compañías que van hasta el Blue Lagoon:
Bustravel   -    Icelandexcursions   -    Reykjavik Excursions
La nuestra, Bustravel, era la más barata aunque no sé si merece la pena pagar un poquito más, ya que con la de Reykjavik Excursions hay muchísimos más horarios tanto de ida como de vuelta. También tienes la posibilidad de comprar el billete y entrada para no hacer cola allí, aunque este pack no lleva descuento así que nosotros la compramos cuando llegamos y no tuvimos mucho problema para sacarla, es más, casi que mejor porque si por lo que sea una vez allí solo decides pasearte por las instalaciones y no meterte a remojo no perderás el dinero. El trayecto hasta la laguna es una hora aproximadamente.
Una vez en el autobús, que nos recogió con retraso, el paisaje pronto empezó a cambiar, y a ambos lados de la carretera lo único que divisábamos era campos de lava negra, y es que la laguna se encuentra situada en el campo de lava de Grindavík.
Lo que llamaba la atención es que en muchas zonas esta lava estaba cubierta por musgo lo que le daba un aire más misterioso y místico al  lugar.


El pronóstico del tiempo no daba bueno, y aunque el cielo gris de Reykjavik amenazaba lluvia, nos dio tregua durante el poco tiempo que pasamos por la mañana en la ciudad, pero fue salir de allí y la cosa empezó a empeorar por momentos: niebla, lluvia y viento.
El día se presentaba tan mal para cuando llegamos a destino que decidimos esperar un rato en la entrada donde estaba la consigna, a ver si la cosa suavizaba un poco. Y mientras hacíamos tiempo comiendo nuestros bocadillos con producto made in Spain, coincidimos con nuestros compañeros, con lo que nos habíamos conseguido mandar unos whassaps desde el autobús. Venían ya caladitos de darse una vuelta, y aunque ya tenían la entrada en mano no tenían claro lo de meterse en el agua...
Lo primero que piensas, es ¿qué loco se queda en bañador y se mete al agua con el tiempo que está haciendo fuera? Pero por otro lado, después de habernos desplazado hasta allí y de gastarnos casi 15 euros ...o entraba ese día o iba a ser que me iba a quedar con las ganas.
En fín, después de hacer un poco de tiempo parecía que el agua y el viento había aflojado, así que decidimos ir a dar una vuelta para explorar la zona antes de entrar y  ver si es que eramos los únicos locos en el Blue Lagoon en plantearnos los baños.


El camino de la entrada discurría entre lava, y enseguida comenzamos a ver parte de esas aguas geotermales.


Pero llegó el momento de decidir que hacer, entramos dentro de las instalaciones y desde las cristaleras de la cafetería ya se podía ver el gran Blue Lagoon en el que los islandeses se revitalizan, y allí para nuestra alegría no había ni uno ni dos a remojo, sino decenas de personas disfrutando del lugar.
Inmediatamente lo tuvimos claro, no se podía estar tan mal habiendo toda esa gente allí!!!
Reconozco que teníamos miedo a pasar frío porque el día estaba bastante desagradable, sobre todo por el viento que aumentaba más aún la sensación frío, así que por si acaso alquilamos unos gorditos albornoces, aunque fue una tontería porque una vez entramos fuimos incapaces de salir en ningún momento.
El agua a casi 38º- 40º era una pasada, y la sensación de contraste con la temperatura de fuera increíble.
Su color se debe al alto nivel de sílice y azufre, y se dice que estas aguas contienen grandes propiedades medicinales y curativas.


En este "pequeño paraíso" encontraréis de todo, zonas donde relajarse, pozas, cascadas de agua caliente, barros blanco de sílice para que te quede la piel como un bebe, un mini bar donde puedes pedirte algo, o si eres más sibarita un masajito...(nuestro presupuesto no atendía a tantas delicadezas)


Las horas pasaron volando, y salimos después de varias horas porque más que bebes, parecíamos viejecitos  arrugados.


Madre mía, qué relax!!! Y nosotros planteándonos si entrar o no... Las fotos quizás no salieron muy bien por el día, de hecho cuando llegamos se veía poquísimo porque la niebla se juntaba con el vapor que salía del agua y no se veía a penas, pero a pesar de este único inconveniente creo que fue lo mejor que hicimos, y más haciendo un tiempo tan malo.
Si es que estos islandeses saben lo que hacen y ya te recomiendan, que si llueve y hace malo, no hay mejor sitio donde pasar el día.
Podrá ser muy turístico, podrá ser "algo" artificial, podrá ser caro (40 euros la entrada) pero es una visita que nadie, en mi opinión, se debe de perder.
Si fuéramos ricos hubiéramos repetido el último día, pero como no lo somos, nos conformamos con haber pasado tan fantástico día.

De vuelta a Reykjavik  nos despedimos de nuestros compañeros de viaje hasta el día siguiente, pues ellos aún tenían que solucionar el tema del alquiler del material de acampada.
Nosotros como aún eran solo las 7 de la tarde podíamos aprovechar a dar una vuelta por el paseo marítimo.
Nuestro paseo comenzó desde una de las más famosas esculturas en Reykjavik, el Solfar "EL Viajero del Sol" situado frente al mar, y con vistas al monte Esja. El monumento representa el esqueleto de un antiguo barco vikingo.


Desde allí continuando el paseo llegamos hasta Harpa, el nuevo Palacio de Congresos y sala de Conciertos que nuestra Lonely Planet no contemplaba pues lo acabaron hace menos de dos años.


Las cristaleras de vidrio con formas hexagonales producen un juego de luces al atravesar por ellos, creando a veces efecto de espejo de la ciudad de Reykjavik. Sentimos curiosidad por el original edificio, y entramos dentro, donde todavía nos gusto más si cabe.

El apetito empezó a despertarse, no sé si por la hora que ya era o porque sabíamos que estábamos muy cerquita del famoso puesto de perritos calientes, Baejarins Beztu, del que se dice que tienen los mejores perritos de toda Islandia. Un mítico puesto de perritos que lleva funcionando desde 1939 y donde el mismo Bill Clinton degustó esta comida nacional.
Nosotros damos fe que fueron y han sido los mejores perritos de todo el viaje.

El tiempo empezó a empeorar y las primeras gotas  nos indicaban que era hora de retirada.
Esta vez hicimos el recorrido de vuelta por el interior, atravesando el casco histórico, Austurvöllur, donde se encuentran algunos edificios como el del Parlamento o la catedral de la ciudad. También en esta zona está el lago Tjörnin donde los islandeses disfrutan tirados en los parques de alrededor, los días que brilla el sol. Quizás tuviéramos un poquito más de suerte el último día para disfrutar esta parte de la ciudad.


Y así cerramos un día intenso y relajado en esta ciudad que nos sorprendió gratamente, y a la que bauticé como "The Rainbow City".
Sin duda estos islandeses tratan de mostrar su lado más alegre jugando con los colores, un guiño a sus días tristes y apagados.



Creo que todas las fotos realizadas en el día no necesitaban el efecto de esta foto para mostrar un marco en blanco y negro, salpicado de pinceladas de colores.


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